En medio de la selva, en una noche oscura en donde solo las estrellas daban una luz inmensa y profunda, la chimpancé Natalia se sentó en el árbol más alto. Mientras admiraba ese brillo tan especial, se preguntó: ¿Qué puedo hacer para tener mi propia estrella, para que sea única y especial?
Al día siguiente, el chimpancé Felipe observó que Natalia se veía muy pensativa.
−¿Qué te pasa, amada mía, por qué tan distante? –le preguntó.
Ella, con una mirada triste, le dijo:
−Desearía tener algo único y especial como lo tiene el cielo. Quiero tener nuestra propia estrella para que alumbre nuestras vidas.
El chimpancé Felipe la abrazó.
−Tendremos esa estrella que tanto deseamos –le dijo y ella sonrió.
Día tras día esperaron juntos bajo la luz del cielo, hasta que una vez a la chimpancé Natalia le dolió mucho la barriguita. En ese momento Felipe, asustado, se fue saltando entre las ramas a llamar a la abuela mariposa, a quien le contó lo que le sucedía a su amada, y ella inmediatamente voló para llegar hasta donde Natalia. Y al observarla, se sorprendió pues vio en sus ojos la luz de su esperada estrella.
La abuela mariposa les dijo que debían ir a donde el doctor león para que los guiara y así ellos sabrían qué hacer. El chimpancé Felipe, asustado y feliz, levó entre sus brazos a Natalia donde el doctor, quien con sus grandes dientes les sonrió y dijo:
−Adelante, amigos, sé que hay buenas noticias y estoy seguro de que una estrella pronto llegará.
Ellos se abrazaron pues sabían que después de un tiempo habría gran felicidad.
−Tendrán que estar juntos, pues esta espera será larga y misteriosa –les dijo el doctor león.
−¿Misteriosa por qué? −preguntaron sorprendidos.
−Tendrán que pasar por nueve lunas y cada luna traerá su magia, llena de sorpresas.
Y así, cada luna trajo a la chimpancé Natalia sueño, apetito… Se preguntaba si sería como ella o como él, qué color tendría su habitación, si tendrían todo a tiempo.
A la séptima luna el doctor león los visitó y les dijo que todo estaba bien. En la octava luna el primo elefante gran fiesta hizo y toda la selva llegó, y ya casi llegando la novena luna el corazón les latía más fuerte pues pronto vendría su estrella.
Una mañana el tío oso le dijo a la chimpancé Natalia que pronto vendría su estrella… Y al llegar la noche, en un abrir y cerrar de ojos nació la estrella Juanito. Todos llenos de alegría y amor le pusieron la corona de bienvenida y con una pluma de pavo real escribieron el nombre del chimpancé bebé en el libro de la vida.
Fue así como los chimpancés conocieron el amor verdadero y fueron muy felices junto a su estrella.