¿Por qué es útil la experiencia del jardín?
En el mes 35 de tu bebé, y después de haber jugado en solitario o contigo, tu hijo descubrirá las maravillas de jugar con otros niños y la cantidad de retos que esta oportunidad trae consigo.
De hecho, el jardín infantil es uno de los lugares privilegiados para este encuentro, si tenemos en cuenta las condiciones de la vida contemporánea que dejan poco tiempo para compartir con otros.
Si tienes la fortuna de contar con familiares que tengan niños, amigas o acceso a lugares públicos con ofertas infantiles, no desaproveches la oportunidad de integrar a tu bebé con otros niños.
Este juego entre niños puede darse de diferentes maneras, hay juegos que se realizan entre dos, juegos de pequeños grupos y juegos en los que la maestra convoca a todos los niños a jugar.
A los 35 meses es probable que, más que un juego de verdadero intercambio, encontremos a dos chiquitos compartiendo un espacio y algunos objetos, pero en realidad cada uno tiene un universo construido para sí y se relaciona muy poco con el de su compañero.
Pero como hay un espacio común y posiblemente algunos juguetes que interesan a los dos, el conflicto puede surgir, y con este, la oportunidad de crecer y aceptar que tu bebé y los demás tienen los mismos derechos, y saber que una vía para poder seguir disfrutando es negociar: “primero tú, luego yo”, “este para mí, este para ti”, expresiones que en principio, el adulto como autoridad y referente, les muestra a los niños hasta que ellos mismos descubren su eficacia. Es así como ocurre el milagro de ver a dos niños jugar realmente.
Este, como todo proceso profundo y fundamental del desarrollo, se toma su tiempo y requiere de continuas intervenciones del adulto, que muestren el camino para resolver de manera adecuada los conflictos.
En ocasiones como esta, la oportunidad de hacer parte de un grupo exige que los niños se autorregulen, y de manera casi imperceptible, establezcan algunas normas que son las que hacen posible el juego. No obstante, cuando esto falla y se arman discusiones, los adultos pueden intervenir mostrándoles herramientas para enfrentar las dificultades.
De cualquier manera, el interés de los niños en la actividad grupal y la conciencia de que la tarea compartida es más divertida, alcanza dimensiones que solitos no podrían lograr.
Es el mejor incentivo que ellos tienen para llegar de manera significativa a proponer turnos y respetarlos, a establecer metas compartidas, a tomar decisiones en conjunto, a ponerse en el lugar de los otros para comprender sus puntos de vista, de manera que el juego pueda llevarse a cabo.
“Estas son algunas de las bondades de vivir este tipo de juego compartido, que prepara a tu hijo para hacer parte de su sociedad e integrar los valores de su cultura.”
La tercera modalidad de este tipo de juego es el que proponen los adultos, en el caso del jardín infantil suele ser la maestra quien propone un juego para que todo el grupo de niños participe. En esta ocasión, los juegos más acostumbrados y que encierran un gran valor son las rondas infantiles.
En ellas, los niños cogidos de sus manos cantan al unísono y se mueven construyendo un ritmo colectivo que permite a cada niño compartir una experiencia maravillosa, sentirse parte de un grupo y participar de su construcción.
Cantar y bailar con otros es, tal vez, una de las experiencias sensibles que de manera más profunda nos permiten saber cuán unidos estamos y cuán semejantes somos, y por tanto, es la base de nuestra socialización.
Jugar con otros unidos, es aprender a vivir unidos.
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