En el parto, el hipotálamo de tu bebé recién nacido, que se encarga de regular la temperatura a la cual todo el organismo trabaja adecuadamente, sufre un cambio brusco pues recibe por primera vez una señal externa de frío, la cual inicia una serie de mecanismos que tu bebé necesitará progresivamente perfeccionar para poder regular por sí mismo su temperatura.
Hasta el momento tu bebé había estado protegido de los cambios externos mientras flotaba en el líquido amniótico, y precisamente por las características únicas en las cuales se encuentra, su cuerpo podría estar produciendo hasta el doble de calor que una vez haya nacido. Se trata de algo normal, pues este calor extra se disipa muy bien en la circulación y el líquido circundante.
Pero una vez esté en el ambiente externo necesitará estar en el promedio adecuado de temperatura, y su hipotálamo puede confundirse un poco al inicio, convirtiéndose en un termómetro muy sensible a los extremos: puede sobrecalentarse si está muy cubierto o puede sentir frío rápidamente si su piel está expuesta. Por lo que los bebés siempre deben estar bien abrigados, pero tampoco en exceso. Los bebés prematuros o nacidos a pretérmino necesitan un ambiente térmico mejor controlado, pues el hipotálamo aún está muy prematuro en su desarrollo.
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